A veces uno tiene que tomar decisiones en la vida. Pero otras veces la vida las toma por ti.
En mi caso, yo y mi vida decidimos volver a España hace ya más de cinco años. Eso sí, no volví a mi ciudad, ni a una gran capital, con lo que eso conlleva a nivel laboral.
Aunque en Estados Unidos había tenido experiencias fantásticas dentro del mundillo de la divulgación y la comunicación, yo había decidido apostar por la senda de la investigacion académica. Yo pensaba que podía. Estaba convencido, y todos alrededor me animaban a ello.
Al llegar a España, me topé con la realidad. Y la realidad fue que estuve cerca de dos años, en plena crisis económica, buscando un laboratorio donde pudiera continuar mi carrera, pero no lo encontraba. No podía entender cómo ningún laboratorio necesitaba un electrofisiólogo. ¡No me cabía en la cabeza que nadie quisiera darme una oportunidad de demostrar que valía! ¿O era yo, que no sabía buscar?
Fue una situación dura, durísima. Pero también enriquecedora. Ir a sellar el paro y encontrarte con cientos de personas en tu misma situación es una cura de humildad que le aconsejo a cualquier persona. Porque te hace ver las cosas desde otra perspectiva: el ama de casa que lo fue desde siempre, el estudiante recién graduado, el transportista con trabajo temporal, el ingeniero despedido por un ERE, el inmigrante que llegó en patera, … de repente todos somos iguales en la cola del paro.
¿Todos iguales? Bueno, todos éramos iguales porque estábamos buscando trabajo para poder vivir. Pero no, en realidad no éramos todos iguales. Yo tenía un doctorado, un postdoc en Rockefeller y otro en Stanford. ¿Me estaba sirviendo eso de algo? El doctorado, los diplomas y las cartas de recomendación, no. Pero la experiencia y las habilidades que había conseguido durante todo ese tiempo, ¡por supuesto que sí! (aunque en aquellos momentos a mí me pareciera lo contrario).
Después de tanto tiempo sin pipetear, tirando de revisiones y papers pendientes, y con la presión de tener que encontrar un trabajo acorde con mi preparación, comencé a pensar en activar el plan B, ese plan que estaba en mi subconsciente, aplastado por el miedo y el día a día… Mi problema era que por aquel entonces solo había trabajado en serio mi plan A.
Craso error.
En todo ese tiempo algo me quedó meridianamente claro: nadie me había preparado para buscar trabajo. Así de simple. En esos momentos por primera vez te vuelves consciente de que no tienes ni idea de dónde o de cómo buscar trabajo más allá de lo que has conocido en el mundo académico. Y te entra mucho miedo. Mucho.
Comienzas a visitar regularmente los buscadores de empleo y te aventuras a mandar algún CVs. Sin tener ni idea, o poca idea, de cómo hacerlo. Es entonces cuando consigues llegar a la conclusión de que lo primero que necesitas es esperanza. Y a esa esperanza comienzas a añadirle acciones que sí están en tu mano, por pequeñas que parezcan. Sin darte cuenta, llega un día en el que de repente dejas de quejarte y de echarle la culpa al mundo. Y poco a poco va resurgiendo tu ave Fénix.
Lo peor de estar mucho tiempo desempleado es que llega un momento en que te das cuenta de que todo depende de ti. Ya no hay nada que quede al azar. Solo tienes a tu familia, a tus amigos y a ti mismo, por duro que pueda sonar. Si tu no buscas, si no preguntas, si no te mueves, nada ocurre.
Y llega ese día en el que te das cuenta de que tu trabajo es buscar trabajo. O sea, ser un experto en encontrar trabajo. Sí, casi todo te parece una mierda, y algo tan sencillo como ser optimista se convierte en un reto. Pero ya te has convertido en un profesional de la búsqueda de trabajo. Un experto en mantener viva una actitud positiva, en conservar el respeto por ti mismo y en seguir disfrutando de la vida, que tantas cosas te ofrece. Ya no vale doblar las rodillas ni mirar hacia atrás.
Es entonces cuando por fin ves claro que tú no tienes la culpa de no encontrar trabajo. Que la culpa no es de nadie, y que lo que simplemente ha ocurrido es que tu forma de buscar trabajo se ha quedado obsoleta. Pensabas que no había trabajo porque no se publicaban suficientes anuncios, pero ahora descubres que cuatro de cada cincos trabajos no se anuncian. Los empleadores del siglo XXI han cambiado su comportamiento, ¡y a ti nadie te había avisado!
Y te pones a trabajar en tu nuevo trabajo de buscar trabajo. Con el tiempo, claro está, aprendes a buscar trabajo; porque eres inteligente y sabes aprender. Pero además empiezas a descubrir quién eres, cuáles son tus pasiones y tus talentos, y qué le puedes aportar al mundo reinventándote en plena crisis. Te das cuenta del tiempo que has perdido mandando CVs a puestos que no estaban hechos para ti.
Y visualizas el plan B. Y te visualizas a ti.
Y te enfocas. Y te motivas.
Y vas a por tu plan B.
Y empiezas a ser tú.
Por fin.