Puedo seguir avanzando, pero es una losa.
Así es como te sientes al comenzar a pensar en serio en dejar la investigación. Y esa losa no es más que el conflicto interno en el que tu cabeza y tu corazón te mandan mensajes contrapuestos: debo dejarlo, pero no quiero.
Empezando a pensar en dejar la investigación
Muchos de nosotros decidimos entrar en el mundo de la investigación de manera vocacional. Nos apasionaba la ciencia y queríamos aprender a descubrir el porqué de las cosas, de la naturaleza, del cuerpo humano, de las moléculas, de los números, … y ese fue nuestro único horizonte, el que nos marcamos cuando decidimos adentrarnos en una carrera científica.
Pero tú no puedes cambiar de horizonte de un día para otro. De hecho, probablemente la palabra investigador te describe no solo como profesional, sino como persona. Por eso, antes de decidir que uno quiere dejar la carrera investigadora, hay que asumir que el horizonte ha cambiado. Y no al revés.
Porque lleva tiempo. Y lágrimas.
Nuestro cerebro puede estar preparado y repleto de argumentos que podrían convencer al más cabezón de los cabezones. Pero nuestro corazoncito toma decisiones más despacio. Y hasta que no se pongan los dos de acuerdo, no vamos a mover ficha.
Aunque ya me daba cuenta de que había perdido mucha de mi ilusión, para mí ha sido difícil aceptar que tengo que dejar ir la investigación en la academia. Básicamente es como cualquier relación en la que la mente ya sabe que no va, pero aun así te cuesta dejarlo.
Cuando tenemos una relación que nos importa mucho, no queremos dejarla. Es importante mantenerla porque sabemos que si abandonamos, perdemos mucho. Y, para colmo, nos sentimos mal pensando que no hemos sido capaces de mantenerla viva, que nuestro proyecto ha fracasado. Y los científicos odiamos abandonar.
Pero a veces en la vida tenemos que tomar decisiones sobre relaciones que no nos benefician o que directamente nos hacen daño. ¿Continuamos y lo seguimos intentando? ¿Es hora de cortar el cordón?
El cordón umbilical de la ciencia
Uno de los problemas al que se suelen enfrentar muchos investigadores que comienzan a barruntar la posibilidad de dejar el mundo de la investigación es que les es imposible cortar ese lazo porque su relación con la ciencia es fortísima y la mantiene viva un cordón umbilical.
Es físico. Nos convertimos en investigadores gracias a ese cordón, que nos alimentó durante años desde que nacimos como científicos. Formamos parte del mundo científico, y si cortamos el lazo, nos cortamos a nosotros mismos.
Soy de decisiones “pausadas” y estaba un poco paralizada a la hora de dar los primeros pasos hacia donde había decidido que podría ser mi nuevo objetivo laboral…
Duelo por dejar la investigación
Pero en muchas ocasiones la cosa no queda ahí. ¿Cuántos científicos se ven abocados a buscar otros horizontes profesionales cuando mantienen una relación armoniosa con el mundo de la investigación? Ahí viene el problema real: cuando no estás cansado, ni harto, ni decepcionado con tu profesión… y, sin embargo, todas las alarmas están sonando y tú no sabes qué hacer. Están pasando cosas a nuestro alrededor, y nosotros estamos bloqueados.
Amamos la ciencia y no la queremos perder. Por eso el camino de descubrimiento hacia una nueva carrera que aún desconocemos nunca puede ser directo, ni debemos tomarlo a paso acelerado.
Antes del luto tiene que aparecer el duelo. Necesitamos vivir ese proceso de duelo para seguir caminando.
En estas semanas creo que ya he entendido el por qué estaba paralizada a la hora de dar los primeros pasos… Me he dado cuenta que había un periodo de “luto” en mi relación con la investigación que no había terminado.
El cordón hay que irlo cortando poco a poco.
Y es en ese punto en el que nos podemos dar permiso a nosotros mismos para comenzar un viaje de exploración a lo desconocido.
Ese es el momento en el que comienza nuestro proceso de duelo.
Un nuevo horizonte ante tus ojos
En ese proceso de duelo durante el cual nos damos cuenta de que finalmente, de verdad de la buena, dejar la investigación puede convertirse en una realidad, tenemos la obligación de pensar en nosotros mismos y mirar hacia adelante. Sin renunciar a lo que somos y hemos hecho, pero siempre mirando al futuro.
Porque si no miramos hacia el futuro, no podremos llegar a encontrar dónde comienza nuestro nuevo camino. Si no nos armamos de valor, exploramos y generamos oportunidades nosotros mismos, nadie va a venir a regalarnos nada.
Mientras, viviremos por dentro ese duelo. Porque es real.
Y con el tiempo la losa se irá haciendo más ligera. No solo porque pase el tiempo, sino porque en ese viaje de exploración nos habremos reencontrado con la ilusión que habíamos perdido, y habremos encendido por fin la llama de un objetivo profesional que, aunque se ve borroso y muy lejos, ya está vivo dentro de nosotros.
En este periodo aún he estado luchando mucho conmigo misma, ya que la investigación es lo que he hecho toda mi vida y yo ya consideraba incluso que ser investigadora era algo que me describía como persona.
No dejarás nunca de ser científico y amar la ciencia
Mientras caminas buscando tu nueva meta, tu identidad como investigador comienza a difuminarse. El cordón se va rompiendo solo. No hay que hacer nada. Tan solo seguir caminando.
Porque, al mismo tiempo, una nueva identidad va tomando forma dentro de ti. Vas reencontrándote y aprendiendo a valorar lo que eres y lo que puedes aportar a los demás. Es el momento de despertar esas competencias transversales que estaban dormidas. Esas habilidades que son muchas y muy valiosas para el mundo en el que nos ha tocado vivir.
La ciencia la llevarás siempre contigo; por eso no hay que preocuparse. No tienes que rendir cuentas a nadie, ni seguir mirando atrás con el rabillo del ojo.
Si crees que ese momento ha llegado, ahora toca llevar la ciencia y las mil cosas que has aprendido como investigador a otros mundos profesionales.
No tenemos porqué renunciar a cambiar el mundo, a seguir descubriendo, a hacer una sociedad mejor o a encontrar una profesión en la que podamos realizarnos.
Llevará tiempo y será duro.
Pero ahí fuera nos estarán esperando.
Ahora toca volver a brillar.
NOTA – Los testimonios de este artículo corresponden a Laura, una alumna del Programa Online Premium de Transformación Profesional para Científicos e Investigadores.