Hace pocos días hemos sido testigos de unas declaraciones del director de la Agencia Estatal de Investigación en las que ponía en duda la precariedad del colectivo investigador en nuestro país. Evidentemente, estas declaraciones han desencadenado una lluvia de críticas por parte de numerosos investigadores, que han llegado a pedir su dimisión.

Y sí, han sido unas declaraciones realmente desafortunadas.

En mi experiencia al menos, la precariedad y la falta de perspectivas en la carrera profesional, tan común en el mundo académico, es en muchas ocasiones la causa de que muchos jóvenes científicos decidan dejar la investigación para aventurarse en carreras científicas alternativas no precarias en la empresa privada y en carreras altac.

No sé cómo te lo tomas tú, pero cuando pasan estas cosas siempre intento evitar reaccionar emocionalmente con la noticia en sí para poder entender lo que realmente se ha dicho y, sobre todo, por qué se ha dicho.

Los investigadores no son precarios

Pues bien, el director de la Agencia Estatal de Investigación comentaba fugazmente que los investigadores en nuestro país, como colectivo, no son los realmente precarios, pues considera que los auténticos precarios son las personas que deciden poner en riesgo su vida viniendo a nuestro país atravesando el mar en cayuco.

Hasta ahí, poco que decir, pues si hacemos un rango amplio de niveles de precariedad, entonces, bajo ese criterio, lo que está diciendo es correcto. Si hacemos nuestra propia definición de la palabra precario, seguramente podremos llegar a la conclusión de que casi nadie (o casi todo el mundo) es precario.

En su descargo, hay que decir que cualquier comentario, cuando se saca del contexto de una conversación, puede dar lugar a malentendidos. Y de hecho, él mismo ha confirmado a posteriori que sí que considera que existe precariedad en la ciencia española.

Sin embargo, llevo oyendo este tipo de declaraciones muchos años en boca de otros científicos, y la verdad es que me siguen llamando la atención.

No hace falta ponerte a comparar con otros para sentirte precario.

Siempre va a haber gente peor que tú.

Investigadores precarios

En España hay numerosos grupos y colectivos que representan a los investigadores en fase de iniciación y perfeccionamiento (predocs y postdocs, contratados como ayudante no doctor y doctor, personal de laboratorios privados, etc.). Algunos de ellos cobran por trabajar. Otros, no.

De entre estos grupos, destaca la Federación de Jóvenes Investigadores-FJI-precarios, que lleva varias décadas trabajando por el colectivo investigador y agrupa numerosas asociaciones federadas a nivel nacional.

Hace años colaboré junto a otros compañeros en la elaboración de un informe sobre la carrera investigadora dentro del seno de la FJI-precarios. Por aquel entonces, en plena crisis económica, ya debatimos si seguía siendo adecuado el uso de la palabra “precarios” en la FJI. En una época donde arquitectos, periodistas y muchos otros colectivos las estaban pasando realmente canutas, la palabra “precario” perdía crédito si nos poníamos a comparar con otros colectivos precarios altamente cualificados.

Las comparaciones suelen ser odiosas.

Sin embargo, hubo siempre unanimidad en ver la palabra “precario” no solo como algo realmente asociado a la situación del colectivo que la FJI quería representar, sino además como una marca, un sello de identidad. Al fin y al cabo, la gente reconocía al colectivo por defender los derechos y reconocer las obligaciones de los “investigadores precarios”.

No hace falta ponerte a comparar con otros para sentirte precario. Siempre va a haber gente peor que tú.

Por qué los investigadores no son precarios

¿Por qué un director de una Agencia Estatal de Investigación decide hacer esas declaraciones? Pues si te soy sincero, no acabo de entender su intención claramente, aunque quizá sea solo una frase sacada de contexto.

Haciendo un ejercicio de empatía, quizá el director de la AEI sienta que la precariedad está en todos los niveles de la carrera investigadora, no a nivel individual o colectivo, sino más bien a nivel sistémico. Es decir, que es la investigación, y no el investigador, la que se encuentra en precariedad, y eso lo vive (a nivel profesional más que a nivel de personal) tanto un estudiante de prácticas como un catedrático o un profesor de investigación.

Otra posibilidad es que conozca de primera mano y tenga relación cercana con otros colectivos fuera del mundo académico que también se consideran precarios, que los hay, y muchos. Y, como digo, siempre hay personas que lo están pasando peor que tú. Pero las comparaciones suelen ser odiosas.

Una explicación alternativa, que se me antoja remota, es que algunos científicos hayan perdido perspectiva porque no tienen mayor capacidad de comunicación con ese colectivo que se autodenomina precario, un colectivo que comparte misión con la propia Agencia de Investigación Estatal.

Nadie te tiene que dar permiso para sentirte precario.

Sin embargo, la posibilidad que se me antoja más probable es la de que alguien como el director de la AEI se haya cruzado en su camino con investigadores precarios que no han sido capaces de transmitir las necesidades del colectivo de una manera divulgativa y constructiva. Más allá de conductas arrogantes y condescendientes, he visto a muchos académicos senior que piensan así, y creo que ahí reside el rechazo de algunos de ellos hacia los colectivos precarios. El colectivo “no ha sabido ganarse” su respeto profesional.

Precarios y respeto profesional

Las causas de la falta de respeto profesional son siempre múltiples y ocurren en todos los ámbitos, no solo en el investigador. Pero, siendo autocríticos, ¿cuántas veces nos hemos quejado de nuestra situación precaria en twitter o tomando un café y volviendo al trabajo (precario) diez minutos después para hacer mi experimento de mi proyecto que se convertirán en mi paper, el cual me abrirá las puertas de mi próximo empleo, que me permitirá montar mi propio laboratorio y me permitirá contratar a mi nuevo predoc, …?

Hemos estado varias décadas mirándonos el ombligo, y probablemente necesitemos un cambio generacional para modificar patrones muy arraigados en la academia y encontrar nuevos líderes en el mundo científico que vean el desarrollo de la carrera investigadora de los más jóvenes como algo esencial para evitar el colapso en nuestro sistema de I+D+i.

Hay, sin embargo, lugar para la esperanza. La Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Exterior (RAICEX), publicaba recientemente un fantástico informe sobre atracción de talento y retorno a España en el que, entre otras muchas cosas, muestra que sigue existiendo un 50% de jefes de grupo senior que aún consideran que las acciones encaminadas al desarrollo profesional de los científicos no son necesarias. La buena noticia es que ningún jefe de grupo junior encuestado opina lo mismo.

Quizá sea solo cuestión de cambio generacional, pero lo que está claro es que si aún estamos debatiendo sobre la precariedad de nuestros investigadores, es que estamos aún lejos de saber mostrar sus consecuencias devastadoras en nuestro sistema de I+D+i.

Ahora, hay algo que tengo muy claro: nadie te tiene que dar permiso para sentirte precario.